¡Feliz Pascua de Resurrección!

¡FELIZ PASCUA DE RESURECCIÓN!

Hermanos: ¡El Señor ha resucitado!

Toda la Iglesia, extendida de oriente a occidente celebra la fiesta de las fiestas, la celebración gozosa de la Pascua del Señor.

Fue María Magdalena la primera que se acercó al sepulcro del Señor. Aquella mujer, discípula de Jesús, lo había seguido hasta Jerusalén con fidelidad y valentía y había contemplado muy de cerca su muerte y su sepultura. Volvía ahora al sepulcro, tres días después de la muerte del Maestro, transcurrido el reposo del sábado.

Llevados por un afecto sincero hacia el Señor, aquella mujer y los dos discípulos corren juntos hacia el sepulcro para ver lo que ha sucedido: la piedra de entrada ha sido corrida y dentro no está el cuerpo de Jesús. Sólo hallaron la sábana con que había sido amortajado y el sudario con que le habían cubierto la cabeza. Eso es todo lo que sus ojos pueden ver. Sus corazones quedan sorprendidos, enmudecidos ante aquel sepulcro vacío. Se diría que de Jesús ha desaparecido todo, incluso su cadáver. Parece que ya no quede nada de él, que su rastro se haya fundido, que su historia haya sido borrada. ¿Acaso alguien lo quería tan mal que ha profanado su tumba? ¿0 quizás hemos de reconocer que se trata de un hecho inexplicable?

El discípulo amado, aquel que había oído los latidos del corazón del Señor durante la última cena, es quien entiende lo sucedido. Aquel sepulcro frío y oscuro, tristemente vacío, no es un testimonio de muerte sino de vida. Aquel sepulcro no certifica el fracaso y la derrota, sino la victoria del crucificado. El discípulo amado adivina que por allí ha pasado el poder del mismo Dios, de forma nueva e insospechada.

Dios ha resucitado a aquel que la maldad de los hombres había condenado a muerte y ejecutado con ignominia. Dios ha realizado la gran maravilla que señala un nuevo inicio en la historia de la humanidad.

La muerte injusta de un inocente ha sido transformada gracias a la bondad inmensa del Padre para con su Hijo, que vive para siempre en la fuerza del Espíritu. Jesús ha descendido a los infiernos de la muerte y de las tinieblas con la cruz que libera y da vida, y aniquila así el poder del enemigo. Juan, el discípulo amado, ve y cree. Ve unos pocos indicios: la piedra corrida y la mortaja, y comprende que de allí nace la esperanza de la humanidad.

Él, Jesucristo, ha reconciliado el cielo y la tierra, nos ha liberado de la esclavitud de nuestros deseos terrenales y nos precede glorioso.  Allá donde él ya ha llegado, todos nosotros esperamos también llegar.

Nuestra alegría nace de la nueva luz del día de la Pascua. Esta luz renueva nuestro espíritu, fortalece a los débiles, da calor a los corazones más fríos, retorna la alegría a aquellos que la habían perdido. Con Jesucristo, todos hemos vencido al pecado y a la muerte, y todos resucitaremos a una vida nueva, llena del don del Espíritu.

¿En qué quedan las preocupaciones y las cargas de aquí abajo? ¿Y el amor hacia nosotros mismos, que nos empuja a buscar halagos y protagonismo? ¡Levantemos la mirada y busquemos los bienes de allá arriba! Que nuestro corazón no quede ofuscado ni dividido. Hoy, en este tiempo de Pascua, corramos hacia el sepulcro con Pedro y Juan, el discípulo amado, y seamos también nosotros testigos de la resurrección de Cristo.

La resurrección de Cristo no es una fábula ni un sucedáneo benévolo. Por el contrario, es una verdad que salva del desánimo y del sinsentido, del escepticismo y de la indiferencia. Es una verdad que compartimos nosotros y que comparte la Iglesia entera, en el gozo y el agradecimiento de la alabanza pascual.

Reconciliados y perdonados gracias a su nombre, unidos a él como hijos de la luz, nos alimentaremos ahora con su cuerpo y con su sangre, anticipando así la Pascua eterna del cielo.

Acerca de CODEMARO

El Santuario del Corazón de María se convirtió en parroquia en 1970. Desde entonces, esta casa, ha visto la gran transformación del barrio y ella también ha sido afectada por la adaptación constante a distintos momentos de la historia: Vaticano II, la llegada de la democracia, las reivindicaciones sociales de distinto tipo, manifestaciones festivas... El espacio circular del templo abraza también, en su silencio, los eventos celebrados en la fe y acompañados por el rumor de la fuente.
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